sábado, 24 de febrero de 2018

Mozart: La Flauta Mágica - Obertura


Si Mozart no hubiese muerto dos meses después del estreno de La Flauta Mágica, quizá su vida habría cambiado completamente, a raíz del enorme éxito obtenido. Estrenada el 30 de septiembre de 1791 y muerto Mozart el 5 de diciembre, la ópera se instaló entonces como su último gran trabajo terminado a la vez que una de las más grandes obras de la literatura operística. Cantada en alemán, la obra cuenta en dos actos la historia de Tamino, quien, en compañía de Papageno y con la ayuda de su encantadora flauta, pretende rescatar a Pamina de las garras de su malvada madre, la Reina de la Noche.


La idea surgió del libretista, actor y productor Emanuel Schikaneder, reconocido miembro de las logias masónicas. Mozart, por su parte, se había "convertido" no hacía más de seis años. De ahí que Die Zauberflöte haya sido calificada a menudo de oratorio masónico, reflejo de ideas libertarias de su tiempo que, por supuesto, las contempla. Pero la perspectiva opuesta la señala como sublime cuento de hadas apto para todas las audiencias. Lo que no se discute es que ambos "productores", Mozart y Schikaneder, pasaban por un periodo de vacas flacas. Había que hacer caja. Y esto resulta más sencillo convocando a un público amplio que uno con ideas exquisitas.

La obertura
Terminada solo algunos días antes de la premiere, es una de las pocas oberturas de su tiempo que no hacen uso del material temático del resto de la obra. En este caso preciso, no podía esperarse otra cosa. Wolfgang Amadeus Mozart llevaba diez años con una idea musical en la cabeza que había tomado "prestada" de una sonata de Muzio Clementi.
Tras establecer claramente la tónica (Mi bemol) con un par de acordes, comienza el allegro basado en el tema de Clementi, al que Mozart aplica un tratamiento fugado que lo complejiza, haciéndolo poco reconocible. Aún así, cada vez que publicó la sonata, Clementi se encargó de aclarar que había sido compuesta diez años antes que la Flauta Mágica.

La versión es de la Academy of St Martin in the Fields dirigida por Sir Neville Marriner.


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